El cielo abierto… Por Jesús se
nos “abre” la posibilidad de participar del Reino de Dios. El Padre derrama su
bendición y envía su Espíritu para que seamos hijos en el Hijo, llenos de su gracia y sumergidos en su amor.
En el bautismo, Dios nos susurra
al corazón: “Tú eres mi hijo amado…” Un
susurro que encuentra su eco día a día en la oración. Sólo haciéndonos pura
receptividad, dispuesta a acoger la Palabra que Dios nos revela, podremos ver
de nuevo cada día “el cielo abierto” y escuchar al Padre decirnos “…en ti me complazco…”

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