Dios
acaba de bendecir a Abrahán… Lo ha
hecho padre de un pueblo numeroso, lo ha hecho fuente de vida… Y entonces le revela su vocación: …sé tú una
bendición. El ser humano llamado a continuar la obra de Dios, a ser fuente de vida… como lo ha sido Dios para él.
Así
como un hijo continúa la descendencia de su padre… Dios nos encomienda
continuar su “descendencia”: atraer corazones hacia Él, proclamar Su Reino, la
única Fuente de Vida eterna… Nos llama a ser como el Hijo:
una bendición.
En
Cristo, Dios ha cumplido la promesa hecha a Abrahán. “Haré
de ti una nación grande…” (Gn 12, 2) La Resurrección de Jesús proclama la
victoria de la VIDA sobre la muerte… “Y esto fue así para que la
bendición de Abrahán llegara a los gentiles, a través de Cristo y para que, por
la fe, recibiéramos la bendición del
Espíritu.” (Gal 3, 14)
Que nuestra vida sea una continua bendición para aquellos que
nos rodean…

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